lunes, 20 de julio de 2009

ROBLES GODOY: El hombre flaco bajo la lluvia (Análisis). Parte I

Son doce los cuentos que entrelazados bajo el cordón umbilical de la soledad, nos ofrece Armando Robles Godoy con el título de Un hombre flaco bajo la lluvia. Y estas doce historias aparentemente dispersas en su cronología de composición, en las circunstancias que la motivaron, en su espacio y hasta tal vez en el estilo, están más unidas justamente por esos elementos que podrían alejarlos; aunque suene una perogrullada decirlo, cada uno de los cuentos encierra esa dicotomía propia de la vida cotidiana: soledad –compañía, paciencia-impaciencia, por mencionar algunos, digo esto para dar razones a mi afirmación sobre la dispersión de los cuentos y a su vez para comprender la unidad que encierran en su totalidad los cuentos leídos.
El presente trabajo pretende explorar de manera sucinta pero sustanciosa, la estructura narrativa de los cuentos que componen el libro de Robles Godoy. Apelando a algunos teóricos literarios del cuento como Claude Bremond, Vladimir Propp, Barthes y Kayser, he intentando esbozar un esquema que sintetice mejor el análisis de los trabajos literarios. Cada cuento con su particularidad han sido examinados teniendo en cuenta la ligazón que tienen con el corpus total del texto que hace el libro. Las conclusiones finales, justamente tratan de afirmar esta idea considerando el cuento central que da motivo al titulo y al subtitulo señalado en el libro editado.


HUMO
El primer cuento que abre el libro de Robles Godoy, Humo, narra la historia de dos personajes cuyos nombres se desconocen pero que están vinculados por el parentesco de padre –hijo. Por un lado, el padre fumador que es recordado por el hijo con nostalgia, y por otro lado, el hijo mismo que se va creando un mundo aparte bajo la fantasía de construir un templo con la cigarreras de metal que dejaba el padre. Construcción que a su vez encierra el deseo filial de que el progenitor enviciado por el cigarrillo ingrese al templo, aunque este deseo se vea empañado con la muerte.

El uso del tiempo está unido inexorablemente al espacio donde se desarrolla la historia. En este sentido, el cuento Humo se inicia cuando el personaje narrador recuerda al padre “Mi padre fumaba mucho” y la historia empieza a desmadejarse a partir de la jubilación del padre fumador. Aunque aparentemente haya una interrupción con la historia de la construcción del templo con las cigarreras, ésta no representa ninguna analepsis ni nada por el estilo, ni siquiera un flash de memoria como suele ocurrir en algunos filmes cinematográficos. Tampoco hay el recuerdo (raconto o ritornello) porque si bien el narrador intradiegético inicia la historia con el recuerdo de su padre y su adicción a los cigarrillos, este recuerdo no es más que un puente para empezar la historia, y por lo tanto, no hay una interrupción, solo es un pretexto para, a partir de allí, contarnos sobre el progenitor y también de sus propias fantasías. Creo que si hay una breve inclusión de una secuencia (llamada distasia), que de alguna manera altera el orden lógico temporal. En palabras de Roland Barthes[1], esta inclusión tendría como objetivo retardar durante algún tiempo la resolución de la historia del cuento. Específicamente me refiero, a los párrafos donde el personaje-hijo inicia la construcción del templo con las cigarreras: “Desde ese día, los días largos de mi infancia tuvieron un propósito (aparte de todo lo que hacía sin propósito alguno): construir esa edificación extraña, ...” “Comenzó a surgir un edificio raro, imprevisto,...” “Tardé poco en comprender que estaba construyendo un templo; ...” (pp. 14 y 15).
La inclusión de estos párrafos genera algunas interrogantes ¿y qué paso con el padre? ¿qué fue de él?, estas preguntas, serían parte del llamado “suspense”, como una manera de prolongar el tiempo de la secuencia y mantener el interés del lector acerca de la historia inicial con que se empezó.

El narrador es intradiegético, es decir, la historia está narrada en primera persona por un personaje narrador (el hijo, anónimo como su padre). En todo el cuento no hay ninguna alteración, las secuencias de la historia mantienen un mismo narrador hasta el final. A través de este narrador personaje se puede explorar la conciencia del hijo, sus deseos: “¿Había construido un templo en el que era imposible entrar?” “¿Cómo es posible soñar lo que no se conoce?”. Podría predecir, tal vez, que este narrador personaje es un tipo casi adolescente, teniendo en cuenta que los largos días de su infancia sirvieron para construir el templo hasta la muerte de su padre, aunque no se precise nada al respecto.
Hay pocas descripciones directas, por ejemplo la referida al templo en construcción: “un edificio raro, imprevisto” (pp. 15), o cuando haciendo uso de su subjetividad dice respecto a su casa (el personaje-hijo): “sentí la casa más amplia, más limpia y más fría”. En todo caso, las acciones de los personajes son las que brindan al lector (a manera de sugerencia), las descripciones de los personajes tanto en sus conductas así como los referidos a los aspectos físicos (retrato). En este sentido, el narrador nos muestra a través de acciones concretas el comportamiento de los personajes, por ejemplo, cuando nos narra al padre salir de casa en cualquier momento sin prepararse ni despedirse, envuelto en una nube de humo...y después, verlo regresar con el aire pesado de quien regresa de no hacer nada a no hacer nada, nos dice que este comportamiento del padre es de pena por haberse jubilado, como mas adelante se podrá constatar, hay una tristeza honda que al final lo llevara a la muerte. El narrador muestra antes que decirnos, nos da acciones concretas, imágenes que fijan en cada lector las descripciones del caso[1]. De manera similar podríamos decir de la descripción del templo construido: rojo, dorado, con laberintos, etc.
El narrador hace uso de un lenguaje coloquial de un nivel estándar: a pesar de mis jadeos agotados aguaité un corredor largo,.. En otras ocasiones el lenguaje eleva su nivel: “ignoraba que el sanctasanctórum de todos los templos ..” “como un Parsifal que acaba de encontrar el Santo Grial..” pero en ninguna parte de la narración baja al nivel del lenguaje subestandar.
Aunque el cuento fue concebido en el año 1932 (cuando el autor tenía alrededor de nueve años, como dice en su epílogo y, por lo tanto, sus influencias eran todavía incipientes), la composición misma tiene mucho de la narración moderna del cuento. La inclusión del monólogo interior, el rompimiento lógico del orden temporal a través del suspense, el uso de periodos cortos en la narración, en fin, se podría presumir que este manejo de las técnicas literarias ha recibido algún matiz de Borges, Joyce, por mencionar al azar, algunos maestros en el uso de la palabra y la técnica.

[1]
Léase al respecto la obra de L. Sabarich y F. Dintel, Como mejorar un texto literario, Alba editorial, España, 2004, el capítulo referido a Decir y mostrar
[1] Véase el capítulo “Principios y objetivos del análisis estructural”, de su libro Ideología y lenguaje cinematográfico, donde dice: “Todo arte narrativo tiene posibilidad de ampliar algunas secuencias, para insertar en ellas elementos de otra”

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