Me atrae la muchacha de San Cosme
quizás las proclamas de sus ojos
o su falda envuelta en su cuerpo de bandera
me atrae la muchacha y punto.
Reímos de cualquier tonada
y conversamos de proscritos días
sin nubes, sin estrellas
reímos hasta del emoliente, es todo.
Cierto que hay artificios en aquella muchacha
sus aretes que aún brillan, su vieja escarapela,
su biblia en el armario, hay artificios,
mientras su otra parte luce desnuda.
No solo en sus ojos sino en sus labios
nace un ardiente manifiesto.
No solo en sus manos se delinea un bosque
también en su piececitos de guerrillera.
No solo en sus calles sino en el cuello
en el budín, en los ojos de los gatos techeros
deambula la esperanza con su bastón de oro.
La muchacha de San Cosme tiene
la llama de su emancipación
en las pupilas.
De allí, su raíz de bosque.
Sin el aroma francés ni la sonrisa
elaborada de Gioconda en marco oro.
Me atrae la muchacha de San Cosme y punto.