Me has visto y tus ojos viajan kilómetros
hasta asentarse en lo alto de mi PC,
desde allí, como dos ventanitas abiertas de mañana,
te veo y tu pupilas engreídas por la naturaleza
me cuentan de tus luchas, de la ferviente
batalla en la U o en cualquier calle vecina.
Me has visto también con tu sonrisa
y percibo, tras el silencio del monitor, que ese rostro
de niña tiene sus propias maneras de cuestionar,
de alentar los cambios, de llevar a cuestas
el bullicioso desorden.
Me estás mirando leve, serena y mis manos
parecen acariciar el teclado en el afán perdurable
de abrir aquellas ventanitas de mañana o de tarde
o de siempre.
Ahora, mis ojos también te miran
y no sé si podrán asentarse en tu PC o
quizá hayan cubierto por completo la memoria
de tu rojo corazón.
hasta asentarse en lo alto de mi PC,
desde allí, como dos ventanitas abiertas de mañana,
te veo y tu pupilas engreídas por la naturaleza
me cuentan de tus luchas, de la ferviente
batalla en la U o en cualquier calle vecina.
Me has visto también con tu sonrisa
y percibo, tras el silencio del monitor, que ese rostro
de niña tiene sus propias maneras de cuestionar,
de alentar los cambios, de llevar a cuestas
el bullicioso desorden.
Me estás mirando leve, serena y mis manos
parecen acariciar el teclado en el afán perdurable
de abrir aquellas ventanitas de mañana o de tarde
o de siempre.
Ahora, mis ojos también te miran
y no sé si podrán asentarse en tu PC o
quizá hayan cubierto por completo la memoria
de tu rojo corazón.
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