lunes, 18 de mayo de 2009

DEJO TU PULSERA



¿Verdad que no debo jugar con tu pulsera?
Aquellas perlas negras que rodean
Cada día más tus manos ágiles y brillantes:
Tu larga pulsera.
Las mismas piedras góticas de tus castillos de tristezas
en los que vives como prisionera del medioevo.

¿Verdad que debo dejar tu pulsera allí, en tu brazo derecho?
En aquella extremidad con la que saludas, abrazas, golpeas, empujas:
Tu brazo derecho con el que rodeas de ternura antes de la muerte.

Dejo tu pulsera y tus brazos pierden esa magia
Que me envolvía ciega, dulce, violenta.

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